El caso de esta universitaria originaria de Texas se ha conocido a través del Daily Mail y comenzó en el mismo momento de nacer de forma prematura a los 8 meses, cuando se abrazó a la vida con apenas 906 gramos de peso. Por aquel entonces los médicos no se explicaban cómo podía haber sobrevivido y prepararon a sus padres para lo peor, pronosticando un corto periodo de vida.
Aunque seguía siendo muy pequeñita, Lizzie salió adelante y su cerebro, huesos y órganos internos empezaron a desarrollarse con cierta normalidad, A los 2 años pesaba tan sólo 7 kg y el equipo médico descartó el síndrome genético de Barsy porque no tenía trastornos en el aprendizaje. Tampoco encontraron mucha explicación a que uno de sus ojos marrones comenzaran a cambiar de color hasta un tono azulado y se quedara parcialmente ciega.
Lo que si hicieron fue animar a esta luchadora nata para que comiera todo lo posible y así fue cómo consiguió aumentar su peso hasta 27 kg, que mantiene escrupulosamente desde los 8 años. La propia Lizzie ha declarado: "Puedo comer porciones pequeñas de patatas fritas, dulces, chocolate, pizza, pollo, pasteles, donas, helados, fideos y tartas durante todo el día y me me molesto bastante cuando la gente me acusa de ser anoréxica. Me peso regularmente y si estoy ganando incluso una libra me emociono."
Más allá de esta historia de superación personal, el caso de Lizzie mantiene en vilo a profesionales de la medicina de todo el mundo. Lo han incluido en un estudio genético dirigido por la profesora Abhimanyu Garg en Dallas. Entre las posibilidades que barajan, creen que la chica puede sufrir el Síndrome Progeroide Neonatal (NPS) que causa un envejecimiento acelerado, una pérdida de grasa de la cara y el cuerpo, y una degeneración de los tejidos. Mientras tanto, Lizzy trata de sonreír.
Fuente: ABC.es
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